Esto, que puede parecer una virtud, en realidad es un problema, ya que correr siempre a todo lo que damos puede traernos más de una complicación. Para empezar, el cuerpo necesita regenerar los tejidos y los nutrientes que se gastan tras un entrenamiento o carrera.
Si siempre corremos rápido, es muy posible que no demos tiempo al cuerpo para que se recupere adecuadamente. De ahí que los rodajes regenerativos tengan ese nombre. Quiere decir que, realizados a baja intensidad, ayudan a que el cuerpo asimile el trabajo del día anterior y se prepare para recibir nuevos estímulos que le hagan seguir mejorando. Por paradójico que parezca, y muchos entrenadores lo dirán, para correr más rápido es necesario de vez en cuando entrenar lento.
A ritmos más tranquilos estaremos trabajando la capacidad aeróbica, es decir, el trabajo muscular y pulmonar en presencia de oxígeno. Es fundamental para aumentar la capacidad del sistema circulatorio y asegurarnos una mejor respuesta ante el ejercicio. Al “correr lento”, favorecemos el drenaje del músculo, regenerándolo de una manera más natural. Si, por el contrario, volvemos a entrenar rápido después de un día intenso, esa recuperación se verá interrumpida y el riesgo de lesión es más grande.
Por otro lado, mentalmente también es bueno “desintoxicarse” con rodajes que nos dejen buenas sensaciones al acabar, ya que no es bueno terminar todos los entrenamientos con la sensación de haber dejado las pilas descargadas. Un rodaje tranquilo que nos haga cansarnos muy poco nos va a venir muy bien mentalmente.